martes, 11 de noviembre de 2008

mediocre

Vocación, dicen los labios desprolijos en la cara recién afeitada de Quiroga. La cabeza le sale de una camisa blanca con rayas celestes, y la corbata roja estrangula el cuello por donde escapan intensos pliegues de carne y piel. Vo-ca-ción, y con la mano separa las sílabas sobre el escritorio de madera. A sus espaldas, el sol rebota en los pétalos de la gigantesca flor metálica de Recoleta. Vocación: dícese de un concepto que inventaron tres tipos para dejar afuera de una rama o carrera a la gran mayoría de la gente que no se siente con el don que esos mismos tres tipos se adjudicaron. Entonces el mundo está hecho para gente sin vocación, y de a ratos hay espacios para gente como ellos, gente que sí. En el colegio primario -católico, dogmático, ridículo-, un profesor me había explicado que hay personas que podían tener, por ejemplo, vocación para tocar la guitarra, para escribir, e incluso para amar a sus hijos. Y que a veces esa vocación demandaba mucho tiempo. Desde siempre, las palabras de ese mediocre y olvidable docente, me dieron la pauta de que esperaba algún día dar con una vocación útil, interesante, o al menos, redituable a nivel económico. Pero en ese momento, mientras Quiroga acentuaba la importancia de la vocación, una pequeña comisión directiva se reunía en mi cabeza para disparar, con total cinismo y excitación, la pregunta más inoportuna: ¿y ahora qué carajo vas a hacer con tu vida?.-
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(imagen extraída de aquí)

1 comentario:

Luis Moranelli dijo...

"Vocación: dícese de un concepto que inventaron tres tipos para dejar afuera de una rama o carrera a la gran mayoría de la gente que no se siente con el don que esos mismos tres tipos se adjudicaron. Entonces el mundo está hecho para gente sin vocación, y de a ratos hay espacios para gente como ellos, gente que sí"

Excelente