Habrá que matarlo entonces, resolvieron los ojos de papá, que aún se quedaban en los ojos jadeantes del caballo que temblaba e intentaba reincorporarse sin lograrlo: una de sus patas traseras estaba partida en dos. Es cruel dejar que muera un animal en estas condiciones, dijo el tío Norberto, que es un hombre que enuncia frases estúpidas como si dijera secretos universales, y papá buscó un valiente en las caras de los peones: él no lo haría, él era valiente pero no salvaje, nadie con estómago y camisa Polo Ralph Lauren se atrevería a degollar a un caballo a medio morirse. Todos querían sacrificar a la yegua. En el campo, la vida sucede en esos detalles insignificantes: un camión de limones que vuelca en medio de la ruta, una bala perdida que le perfora la mano a un nene, o la muerte de un pariente. Allá morir es natural, pero a su vez, conserva esa novedad ridícula y casi festiva de las cosas que si bien no suceden todos los días -nadie muere dos veces-, aún provoca sorpresa. Vos: papá señaló al más joven de todos los peones, un petiso con cara de justo a mí me tenía que tocar. El empleado se sacó la camisa -no tenía más de 14 años-, apretó con los dientes un facón que brillaba en su boca, abrió las piernas y se puso sobre el lomo del caballo. Hacete hombre, dijo papá y me acarició la cabeza, y el hombre tajeó el cuello del animal: de la herida salió un chorro de sangre que pintó de rojo la cara del peón.-
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(imagen extraída de aquí)
4 comentarios:
Parece habitual esto de matarse y morirse "así" en el campo.
aplaudo tu capacidad de producción (no a nivel técnico y aburrido).
arte arte a arte!!!!!!!!!!!
abrazo
¿No se te acaban nunca las ideas?
te odio, no podes matar caballos juanoooooo, sabés mi amor por ellos. Asi que esta vez no te aplauda nada nada.
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