miércoles, 30 de septiembre de 2009

caloventor

Las mañanas en Villa Urquiza atentan contra mi solemnidad de cartón corrugado. Despierto en una cama prestada, cubierto por las sábanas que ella misma acomodó para que yo jamás me enterara del invierno. En mis pies siento sus pies: caricia de algodón y amor conyugal. En mañanas como estas su sonrisa anestesia mi ánimo fóbico, y yo me dejo hamacar por la simpleza de su ropa tendida. Llego tarde a todos lados. Sus besos me demoran, y la mañana aguarda, y mi jefe no entendería si le dijera que llego tarde porque dormimos juntos, porque sos fantástica y me cuesta despedirme, que ya no puedo volver a otra persona que no seas vos. Mi jefe no me diría nada. Y a mí qué me importa, diría. Miraría raro. Me daría un consejo: te advierto que caer drogado al trabajo es despido por justa causa. Mi jefe suele escuchar a su abogado; yo prefiero quedarme en el edulcorante de tu risa, con tus consejos de mañanas eternas y desayunos con justa causa. Yo que siempre me quedo en la crisis académica, enganchado en el estribo del caballo me quedo, entre las expectativas y las ganas de salir del preinfarto juvenil, ahora prefiero cerrar los ojos y entregarme a la caricia de tu caloventor sin derecho a réplica, para pensar un poquito menos, o pensar en algo lindo, en las mañanas en Villa Urquiza -¡Qué lindas las mañanas en Villa Urquiza!-, pensar en vos, y entonces, en mañana.-
.
.
(imagen extraída de aquí)

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Hermoso. Gracias.

J.

Marina Agra dijo...

espero que este texto tenga una destinataria. y si es así, un saludo para ella.

Anónimo dijo...

"...que ya no puedo volver a otra persona que no seas vos."

Hermoso.

Anónimo dijo...

Ojalá algún día alguien me escriba algo tan hermoso.

maga dijo...

Si, hermoso, felicidades.

J. Negrone dijo...

Que bueno sentir algo asi, imaginarlo o poder contarlo.
J.N.