viernes, 3 de octubre de 2008

primario

Por Mike Polvino

Estás rodeado, Polvino, salí con las manos, tus pancartas políticas, el discurso progresista y tus ideales de izquierda en alto, no hay a donde huir. Estar con gente tan diferente a uno es, en verdad, simpático. Debatir con un grupo de siete hermosas mujeres neofascistas de universidad privada, devotas del Opus Dei, sectarias y cuasimafiosas, mientras en mi vaso de Fernet los hielos hacen un excelente trabajo de precisión y paciencia, también me sienta cómodo. Incluso me parece genial que una de estas siete mujeres de cotillón sea diametralmente opuesta a mí, y que eso no le impida que durmamos juntos. Basta Mike, no empieces, pide ella, mientras vuelve a llenar mi vaso. Por favor, no sigas, ruegan sus piernas cruzadas y el beso que me da en la mejilla, mientras me acaricia la cabeza y toma mis manos: enfermera experimentada que tranquiliza al precoz piromaníaco. En serio chicas, Lugano es un barrio de Capital Federal, explico, pero se ríen. La que de a ratos hojea la revista Vogue es la más linda, tonta, e insulsa. Me encanta. Pero estoy con la más callada del grupo, que se retoca el rimel a cada media hora. al baño van de a grupos, y en un momento casi de sincronización, las siete se ponen de pie y se encierran en el toilette: detrás de la puerta, oscuras risas de colegio primario.
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(imagen extraída de aquí)

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