Más que los iPods, que el jazz, e incluso que la pornografía amateur, lo que más satisfacciones me dio de la madre patria del Norte, fue esa estudiante de intercambio que ante la duda, reía. Había venido de los Estados Unidos a terminar su curso en Relaciones Internacionales u otra de esas carreras inventadas por las universidades privadas. María, así se llamaba. María, improbable María, tal vez Mary, o Marie, pero en fin, le creí a su ingenuidad de extranjera sensible que se deja pasear por los taxistas de una Buenos Aires perturbada, y cómo no creerle si era preciosa: en el casting de Caperucita Roja, sin dudas ella hubiera sido la protagonista, con sus cabellos rubios -nunca tan rubios- naturales, ojos celestes y dientes de publicidad de pasta dentífrica. Cualquiera de los presentes podrá dar fe de la veracidad de estos dichos. Lo que también podrá confesar ese mismo testigo, es que aún se desconocen las causas por las que una mujer tan genial como ella hubiera permanecido -y de hecho, lo hizo- durante tanto tiempo cerca de un hombre como yo, que en el casting de Caperucita, bien podría haber quedado en preselección para interpretar al Lobo.-
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1 comentario:
BUeeeeeeeeeeee paraaaa
La presentas como si fuera Pamela Anderson...
Era una rubia simpaticona jaja exitos.
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