Haberme acercado a las gemelas Fernández reportó beneficios tanto en lo sexual como en lo académico. En lo sexual, no hace falta dar detalles. En lo académico, dupliqué la mediocridad de mi promedio rasposo, pasando de un cuatro a un ocho, lo que me trajo aún mayor popularidad con las estudiantes de Abogacía: ninfómanas que se excitan con un alumno con padre abogado, y elocuente -sin ser tedioso- en las clases de Concursos y Quiebras. Cuestiones matemáticas: dos cabezas estimulan mejor que una, y durante esos meses en que salíamos los tres juntos, padecí la sobre-estimulación de dos mujeres tan generosas como perversas. Nunca las oí discutir. Cenábamos en su casa, frente al padre y la madre. Jamás ocultamos nuestro noviazgo tripartito. La madre hacía unos muy buenos fideos al scarparo. El padre estaba resignado: tenía otra mujer y sólo quería encontrar el método más diplomático para irse a la mierda con la minita del laburo. Solía repetirlo a cada rato. Cosas que pasan. Entonces fueron meses de comunismo sexual, de comunión y de comprar todo por dos: mi virilidad estaba doblada, claro, pero mi sueldo no. Le oculté a la abuela que salía con unas hermanas. No me parecía correcto. Ella, tan católica simbiótica monogámica, qué pensaría de su nieto. El abuelo estaría orgulloso. Pero la abuela no, a pesar de que ella siempre dice que lo que abunda no daña. Aparte, es sabido que mejor que salir con una buena mujer, es salir con dos buenas mujeres. Lo que no estuvo muy bueno fue ser dejado por ambas, en simultáneo y en stereo. La abuela jamás habló de este punto.-
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(imagen extraída de aquí)
1 comentario:
Eran las mellizas griegas, ¿no?
Saludos...
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